lunes, 7 de mayo de 2012


De monstruos y culpables



Dicen  los viejos y sabios en Urbania que una imagen vale más que mil palabras, frase filosófica aplicable a muchísimos ámbitos de la vida, pero el que nos ocupa en esta ocasión tal y como lo habíamos prometido la vez anterior, es el ámbito político, ya analizamos las imágenes y en general la publicidad que utilizan en las campañas que es de un nivel bastante malito, la imagen ya habló pero ahora vamos a tratar de entender las otras mil palabras que según nuestros antiguos, no pueden decir más que una simple imagen.
Comenzare con una duda que se me ha anidado en la cabeza como bicho en el rincón más mugroso de mis pensamientos: ¿Son realmente malvados o villanos los políticos? La pregunta se deriva de los comentarios que escucho a diario en las calles sobre todo en estos días de alboroto electoral, estos seres son tan despreciables e indeseables que podrían ser personajes en un libro de horror, me imagino a esas personas diciéndole a sus hijos, “ya duérmete o vendrá el diputado y te llevará” pero en realidad el político en la mayoría de sus casos es un ser incomprendido.
Y para no dejar estas mil palabras sin sustento alguno una vez mas el Centro de Investigaciones de lo Político-Paranormal de Urbania se enfocó a realizar un estudio a fondo sobre estos seres tan odiados y temidos por la sociedad y sin embargo, encargados de llevar nuestras barcas a buen puerto o directo a las cataratas.
Comenzare contándoles que estos bichos nacen en cierta manera predispuestos a su destino, desde muy pequeños gustan de involucrarse en todo tipo de causas y riñas aunque no sean suyas y su habilidad para manejar el lenguaje, ya sea verbal o no verbal es más agudo que el de la mayoría de los que lo rodean, aunque si quiero hacer la gran aclaración de que esto no significa que sean los más inteligentes de su escuela, ni siquiera de su clase, son solo hábiles en manejar estos recursos.
Conforme crece el animal político encuentra el gusto por ser la voz de los demás, tiene hambre de fama, quiere representar a un grupo de individuos a quienes en un primer momento y con el único sentimiento inocente que tendrá en su vida “protege” como si fueran sus poyuelos.
Pronto los vemos como representantes del salón de clases, miembros del grupo de discusión o candidatos para la asociación de alumnos de la secundaria, puestos que a la gran mayoría de los estudiantes les provocan tres bostezos y una rascada de gónadas de emoción.
Es ahí a esa tierna edad en la que descubren en su mayoría que el estar al frente, el representar a los poyuelos les puede traer grandes beneficios, poder hacer lo que quieran entre muchas otras cosas apoyados siempre por el desinterés y la apatía del resto de la comunidad estudiantil. A partir de ahí su vida queda marcada por el deseo de crecer y representar más intereses, tener más poder y ser más famoso.
Debo decirles y repetirles que por más increíble que les suene esto la gran mayoría de los seres políticos tienen buenas intenciones y deseos reales de cambiar las cosas por el bien de sus poyuelos, pero se mueven en aguas bastante peligrosas en las que tener solo buenas intenciones no es una buena estrategia para sobrevivir.
Poco a poco de estar en constante fricción con este ambiente hostil sus uñas y dientes se van afilando y sus buenas intenciones se mezclan con el oscuro sabor de el poder, la extraña sensación que probaron allá en sus años tiernos de escuela cuando se sabían por encima de los demás es en esta mezcla cuando se pierde la mayoría de sus principios e intenciones y renace como el monstruo del armario para estar en boca de todos y ser temido por chicos y grandes, un monstruo peludo, de dientes y garras afiladas dispuesto a todo por probar las mieles del poder y llegar lo más alto que se pueda.
Ahora esa es la primera mitad, el monstruo ha sido creado y aquí nace una pregunta lógica ¿cómo hace el monstruo para que la gente lo quiera?
Como ya lo dijimos al principio de esta investigación la habilidad de utilizar el lenguaje es superior a la de los demás, para estas alturas nuestro bicho es ya un maestro en el arte de manipular la verdad y de identificar precisamente lo que las personas quieren escuchar. Impulsado por la sed de poder y acompañado del recuerdo de sus buenas intenciones, aquellas que tuvo alguna vez en los pasillos del colegio, se lanza a las calles acompañado de todas las cámaras y personas que le sean posibles y comienza a hacer actos dignos de un santo, reparte despensas, ofrece servicios de salud, hace comidas, regala ropa, regala útiles escolares y hasta convive con las personas a quienes considera inferiores que él, todo con la finalidad de convencerlos de que esta con ellos, de que los cuidará y representará con todo su cariño y amor.
Si hay algo digno de admirar en esta especie es su determinación por conseguir lo que quiere, todos sus esfuerzos y acciones tienen la firme intención de llevarlo a su meta y para esto se ha convertido en un ser capaz de realizar cualquier cosa incluso si esto implica el “traicionar” los ideales del color al que representa para irse a otro color que si este de acuerdo con sus valores y convicciones.
Pero todo este discurso de las mil palabras me lleva a caminar en círculos y a plantearme la pregunta una vez más ¿son realmente los villanos de la historia? Esta pregunta me hace evocar programas documentales sobre la vida animal (no en Urbania sino en otras partes del mundo) los cuales me gustaba mucho ver cuando era un niño, en ellos siempre aparecía un animal indefenso y encantador que era presa para el depredador cruelmente armado por la naturaleza con afiladas garras y dientes o con una fuerza descomunal que hacía los intentos por escapar de la presa prácticamente inútiles, bajando mi dilema a este nivel no creo que en aquellos documentales pudiéramos identificar a algún personaje como villano, cada especie hacía lo que se suponía debería hacer, obviamente no se puede utilizar la comparación al 100% porque en nuestra especie entra (o debería entrar) un factor determinante que no existe en ningún otro animal: el raciocinio.
La capacidad de pensar nos da el privilegio de elegir si nos alejamos del monstruo o si nos ponemos en su boca para ser masticados, como ya lo mencione el monstruo en cuestión por mas temible que sea no puede actuar solo, no puede crear el poder porque no lo tiene, es la sociedad en conjunto la que se lo puede dar o negar y es ahí donde la ventaja se vuelve del lado de la mayoría ya que a pesar de todas las artimañas que utilice el bicho para tratar de ganar ese poder (dientes y garras), una sociedad bien informada decidirá sabiamente a quién dárselo y a quién no.
Es justamente en esta última frase donde por fin encontramos la respuesta a nuestra pregunta central; el político no es el villano de la historia, los verdaderos malvados y villanos de la historia somos todos como sociedad, no se puede culpar al monstruo por actuar como actúan los monstruos, en consecuencia se debe culpar al responsable de ponerlo en donde está.
Desde el inicio de su vida el monstruo ha vivido de la apatía de los poyuelos, sociedades (de alumnos, de maestros, de padres de familia) ignorantes y apáticas a la hora de decidir quién los representará. Es importante que como sociedad estemos informados conscientes e interesados en elegir bien a nuestros representantes o gobernantes, según el estudio realizado por este Centro de Investigación solo el 10% de las personas tienen un conocimiento básico sobre las capacidades o desventajas de los políticos que están peleando por el poder y el 90% restante otorgan ese poder al monstruo que tenga las garras o los dientes mas afilados (para morderte mejor) o en otras palabras deciden basándose en la imagen de la campaña política o por lo que los medios de comunicación, que muchas veces son una extensión de los dientes del monstruo, les dicen.
El dicho de los ancianos de Urbania es muy cierto, una imagen dice más que mil palabras pero como conclusión de la investigación les quiero dar una variación a la frase: Una palabra puede evocar un millón de imágenes, esta en manos de la sociedad el poder y en sus manos estará la responsabilidad de los actos que realice el bicho al que decidan otorgárselo. Nos vemos en la calle.


Agente 07
Centro de Investigación Político- Paranormal de Urbania

Cazador de monstruos

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