La Adivina
Se llama Claudia y tiene una bola
de cristal, solo que a diferencia de todas las que tienen una igual a la de
ella y la utilizan para sacarle el dinero a los desafortunados que quieren
conocer su triste futuro, ella no la comparte con nadie, podemos decir que es
su ventana privada para ver el mundo y sus problemas, es la envidia de todas
las personas que saben de su existencia pero como todas las cosas que parecen
perfectas en este mundo, la bola de cristal de Claudia tiene un pequeño
problema, puede ver el futuro de todas las personas, menos de su propietaria.
Todo comenzó cuando Claudia era
apenas una pequeña niña, creciendo en uno de los conflictivos barrios de la
ciudad de Urbania, a pesar de tener continuamente problemas con sus padres,
podemos decir que su familia era normal como cualquier otra, aunque si ella
escuchara esta definición estaría completamente en desacuerdo y discutiría los
términos de la palabra normal. Pero estoy adelantando la historia, como decía
Claudia era apenas una niña de 11 años cuando cierto día en compañía de sus
amigos decidieron explorar una antigua casa del vecindario, la casa era una
majestuosa construcción de estilo victoriano que a pesar de verse mucho más
antigua que el mismo barrio encajaba a la perfección dentro de él, a simple
vista la casa parecía abandonada desde hace años, pero bastaba con detenerse un
poco a observar los detalles para darse cuenta que la construcción se mantenía
con vida, el jardín a pesar de estar lleno de hierbas silvestres respetaba la
entrada principal, las ventanas y el camino de concreto que llevaba hasta la
puerta, las hierbas parecían tener prohibido invadir esos lugares, a espaldas
de la casa se podía observar un huerto de árboles de durazno, en aquellos días
las flores adornaban estos árboles pero curiosamente los pétalos marchitos que
regularmente caen bajo la sombra de estos árboles y provocan una enorme
cantidad de basura, no se podían ver por ninguna parte, así era durante todo el
año y cuando era el tiempo de la cosecha y enormes frutos colgaban de las ramas
de estos árboles nadie se atrevía a tomarlos, conforme crecía y se maduraban,
también desaparecían de las ramas y al igual que los pétalos no se veía ni uno
solo en el suelo del huerto.
Ya había pasado una generación
desde que se vio por última vez al habitante de esta elegante casona, los
adultos de aquellos tiempos decían que la casa era cuidada por personas que
iban de noche a podar el jardín y cosechar los frutos, encargados quizá de la
familia propietaria, pero nadie los había visto jamás, algunos más viejos
juraban que el propietario original, ese al que ya hacía mas de 100 años nadie
veía, seguía habitando la casa y se encargaba personalmente de su cuidado, no
vivo, no muerto sino cargando una maldición y condenado a permanecer por la
eternidad en esa lujosa prisión era el motivo por el cual nadie se atrevía a
robar fruta y mucho menos a pasar por ahí de noche, la casa pues era un
misterio en el barrio que se había convertido en tradición, cada persona tenía
su historia y su creencia alrededor de lo que rondaba ese lugar por las noches
y al final todos decidían aceptarla y seguir con sus vidas normales a sabiendas
de que si bien aquel era un lugar maldito como decían los viejos, nunca había
hecho daño a nadie en más de 100 años, por lo que las leyendas urbanas se
quedaban solo en eso.
La casa en realidad perteneció a
un joven francés que se mudo hace mucho tiempo a la ciudad, 100 años no era ni
por cerca la edad que tenía aquella construcción, en aquellos tiempos el barrio
era una zona de plantación de algodón y el mencionado joven era el dueño de
aquel lugar, su historia sin duda fue trágica ya que después de conocer a una
trabajadora de sus campos de la cual se enamoro, la convirtió en su esposa todo
parecía ser perfecto y la pareja paseaba todas las tardes por la propiedad
saludando a los trabajadores, eran muy felices y lo fueron aún más al conocer
la noticia de que estaban esperando a su primer hijo, ese fue el principio del
fin, después de 3 meses el embarazo se complico, el sufrimiento de la mujer era
enorme sin embargo ella estaba empeñada, como toda madre, a que su bebe naciera
sano, llego el día del parto y todo se vino abajo, ni la mamá ni el bebe
lograron sobrevivir a ese día.
Todo cambió a partir de entonces,
el joven dejo de salir a saludar a sus trabajadores, los pocos que lo llegaron
a ver después de ese día decían que aquel feliz joven que recordaban cabalgando
por los campos había envejecido 50 años en una semana. Una terrible enfermedad
comenzó a azotar a los empleados de los campos, muchos murieron, las historias
decían que el dueño había vendido su alma al diablo y que a cambio de la vida
de su esposa y de su bebe había ofrecido la de sus trabajadores, los que aún
quedaban con vida huyeron jurando que no volverían nunca y por mucho tiempo la
casa se quedo sola en medio de la nada, ya estaba ahí cuando se comenzaron a
construir las primeras casas del barrio y las historias alrededor del lugar
pasaron hasta los tiempos de Claudia por la tradición oral, nadie podía
asegurar a ciencia cierta que era lo que había sucedido al propietario de la
casa y quizá nunca nadie lo podría hacer.
Pero los niños tienen una manera
muy distinta de ver el mundo y todas las historias que giraban alrededor de
aquella vieja casa no eran más que una atenta invitación para explorarla,
cuando somos niños todos los miedos se extinguen al escuchar esa frase retadora
de los amigos que dice “¿te da miedo?” fue gracias a estas palabras que Claudia
y sus amigos decidieron esa noche escapar de sus casas con una lámpara en mano
e ir a investigar aquella misteriosa propiedad.
Llegaron a la reja de la entrada
y la adrenalina invadía sus cuerpos, no se veía ninguna luz al interior de la
casa por lo que sigilosamente se acercaron hasta una de las ventanas del jardín
y con una sonrisa en la cara comprobaron que el pasador no estaba puesto, la
abrieron fácilmente y uno a uno se internaron en la oscuridad de la propiedad.
El interior no tenía nada de extraordinario
a los ojos de los niños, no les sorprendió que la casa no tuviera ni un rastro
de polvo, que todas las paredes estuvieran en perfectas condiciones ni que
ninguna de las entradas en la casa tuviera puertas, no tardaron mucho en
sentirse cómodos en aquel lugar y sentarse en medio de la enorme sala al pie de
las escaleras a observar la cúpula que estaba exactamente sobre ellos y que
permitía que la luz de la luna iluminara el interior de la casa como si se
tratara de un faro en sus últimos momentos de vida.
La exploración de la planta alta
y la planta baja no requirió del uso de la lámpara y mucho menos de su valor,
tampoco fue requerido mucho tiempo para llevarla a cabo, pero tardaron mucho en
darse cuenta que desde que entraron cada movimiento y acción les acercaba más a
esa entrada oscura que llevaba hacia el sótano de la casa.
Se encontraban todos parados al
borde del primer escalón, esperando a que alguien diera el primer paso, la
oscuridad ahí abajo era total, parecía tragarse todo lo que se internaba en
ella y las imágenes de ese monstruo de colmillos afilados esperando a que
entremos a su guarida que todos llevamos en algún momento en nuestra cabeza no
se hicieron esperar, si ese monstruo se encontraba en alguna parte del mundo
sin duda ese sótano era el lugar.
Claudia tomo la lámpara e ilumino
las escaleras, comenzó a decender y los demás no tuvieron mas remedio que
seguirla (no se podían permitir ser llamados cobardes por una niña) bajaron
cada escalón esperando ser mordidos o jalados hacía la oscuridad por algún
extraño ser, pero eso no sucedió, llegaron al final de la escalera y con la
ayuda de la lámpara Claudia pudo ver que a diferencia de toda la casa en ese
lugar si había muebles, parecían más bien los muebles que adornaría un salón de
clases, el pizarrón estaba lleno de distintos símbolos extraños que nunca
habían visto en su vida y la única frase que podían leer de todo lo que se
encontraba ahí era “entiende el comportamiento humano y la entenderás”
Sobre el que sería el escritorio
del profesor se encontraba una bola de cristal transparente, el rayo de luz
enviado por la lámpara se distorsionaba al pasar a través de ella y Claudia
pudo ver un raro destello proveniente de esa bola, algo que la hechizó, la tomo
en sus manos y supo que sería el premio a su valor por haber bajado ahí, además
de ser un adorno perfecto para el librero que le acababan de comprar sus
padres, salieron de ahí y por alguna extraña razón no volvieron nunca, de hecho
después de esa noche los inseparables amigos se distanciaron para siempre.
Claudia pasaba horas mirando la
bola de cristal, le gustaba la forma en que todo se distorsionaba a través de
ella, cierto día en la escuela, Claudia fue víctima de una broma cruel, gastada
por una chica a la que le encantaba molestar a los demás, triste llego a su
casa como de costumbre tomo en sus manos la bola de cristal y se preguntó a si
misma el porque del comportamiento de esta niña hacia los demás, fue entonces
cuando con asombro pudo ver claramente como en la bola de cristal se formaba la
imagen de la problemática niña siendo atacada violentamente por un perro de
pelea, la imagen fue tan real que Claudia aventó la bola de cristal, la cual
cayó al suelo pero en vez de hacerse añicos como se supone que tendría que
haber sucedido, no paso nada, no siquiera emitió sonido alguno, cosa que
provoco que Claudia la guardara en su closet y decidiera no sacarla nunca de
ahí.
Al día siguiente en la escuela,
durante la hora del recreo muchos niños estaban asustados porque se había visto
a un perro de pelea rondar el colegio, la niña abusadora como de costumbre vio
la oportunidad de molestar a sus compañeros y al ver al perro decidió ir por el
y meterlo a un salón de clases, el resultado fue lo que Claudia vio en su bola
de cristal el día anterior, de inmediato su mente viajo a aquella noche en que
en que se encontraba en el sótano de aquella casa y las palabras escritas en el
pizarrón retumbaron en su cabeza “entiende el comportamiento humano y la
entenderás”
A partir de ese día Claudia se
obsesionó con el estudio del comportamiento humano, mientras más lo entendía,
más podía ver en su bola de cristal, las tardes se le pasaban como segundos ya
fuera leyendo algún libro o mirando a través de su mágico artefacto, poco a
poco se fue aislando de todas las personas que conocía. Como era de esperarse
decidió estudiar Psicología ciencia que sin duda la ayudaría a incrementar sus
habilidades, muchos libros pasaron ante sus ojos y su cerebro absorbía el
conocimiento como si fuera una esponja, al no tener muchos amigos debido a su
distanciamiento de la sociedad, se le dificultaba poner en práctica sus
habilidades de vidente con otras personas que no fueran las mismas de siempre,
ese problema termino junto con su tiempo en la Universidad, en cuanto
terminó sus estudios se instalo en un pequeño consultorio cerca del barrio en
donde comenzó a atender de manera gratuita a las personas que necesitaran
asesoría psicológica, tenía su floreciente campo de conejillos de India y su
obsesión crecía cada día, llego el momento en que disfrutaba de jugar con el destino
no los demás, después de escuchar sus casos y analizarlos corría a ver su
futuro en la bola de cristal, dependiendo del futuro que tuviera la persona en
cuestión, aventaba una moneda al aire para decidir si la orientación que le
daría sería para caer en la desgracia o para evitarla, era dueña del futuro de
todo aquel que acudiera con ella sin embargo no podía predecir que es lo que le
pasaría a ella el día siguiente.
La incapacidad de predecir su
propio futuro la llevo a obsesionarse aún más en el estudio del comportamiento
humano y en el funcionamiento de la bola de cristal, cada vez que había
intentado utilizarla para descifrar la decisión que debía tomar había terminado
por equivocarse, no tardo mucho en dejar de recibir personas y concentrarse en
su ser, corto todo contacto con el mundo exterior, en su casa colocó un cuarto
de estudios en el cual tenía un pizarrón para anotar todas sus conclusiones, en
la parte de arriba a manera de título puso las palabras que alguna vez vio en
aquel sótano oscuro de la casa abandonada “entiende el comportamiento humano y
la entenderás” para después llenar el pizarrón con teoremas y mapas mentales
que solo ella podría entender, quizá si aquella noche cuando era niña, antes de
ver ese destello de la bola de cristal y tomarla en sus manos hubiera explorado
un poco más aquel sótano abandonado, se habría percatado del esqueleto que
yacía aún con sus ropas puestas tirado en el suelo de aquel lugar, muerto por
falta de agua, comida y contacto humano, muerto en el intento de entender el
misterio de aquél artefacto que encontró el mismo día en que su esposa y su
hijo murieron.
Se llama Claudia y tiene una bola
de cristal, tiene también 2 años sin que nadie sepa de ella y una casa no tan
vieja que no tardará en llenarse de leyendas. Nos vemos en la calle.
Agente 07
De complacencias