viernes, 21 de septiembre de 2012

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La Adivina

Se llama Claudia y tiene una bola de cristal, solo que a diferencia de todas las que tienen una igual a la de ella y la utilizan para sacarle el dinero a los desafortunados que quieren conocer su triste futuro, ella no la comparte con nadie, podemos decir que es su ventana privada para ver el mundo y sus problemas, es la envidia de todas las personas que saben de su existencia pero como todas las cosas que parecen perfectas en este mundo, la bola de cristal de Claudia tiene un pequeño problema, puede ver el futuro de todas las personas, menos de su propietaria.
Todo comenzó cuando Claudia era apenas una pequeña niña, creciendo en uno de los conflictivos barrios de la ciudad de Urbania, a pesar de tener continuamente problemas con sus padres, podemos decir que su familia era normal como cualquier otra, aunque si ella escuchara esta definición estaría completamente en desacuerdo y discutiría los términos de la palabra normal. Pero estoy adelantando la historia, como decía Claudia era apenas una niña de 11 años cuando cierto día en compañía de sus amigos decidieron explorar una antigua casa del vecindario, la casa era una majestuosa construcción de estilo victoriano que a pesar de verse mucho más antigua que el mismo barrio encajaba a la perfección dentro de él, a simple vista la casa parecía abandonada desde hace años, pero bastaba con detenerse un poco a observar los detalles para darse cuenta que la construcción se mantenía con vida, el jardín a pesar de estar lleno de hierbas silvestres respetaba la entrada principal, las ventanas y el camino de concreto que llevaba hasta la puerta, las hierbas parecían tener prohibido invadir esos lugares, a espaldas de la casa se podía observar un huerto de árboles de durazno, en aquellos días las flores adornaban estos árboles pero curiosamente los pétalos marchitos que regularmente caen bajo la sombra de estos árboles y provocan una enorme cantidad de basura, no se podían ver por ninguna parte, así era durante todo el año y cuando era el tiempo de la cosecha y enormes frutos colgaban de las ramas de estos árboles nadie se atrevía a tomarlos, conforme crecía y se maduraban, también desaparecían de las ramas y al igual que los pétalos no se veía ni uno solo en el suelo del huerto.
Ya había pasado una generación desde que se vio por última vez al habitante de esta elegante casona, los adultos de aquellos tiempos decían que la casa era cuidada por personas que iban de noche a podar el jardín y cosechar los frutos, encargados quizá de la familia propietaria, pero nadie los había visto jamás, algunos más viejos juraban que el propietario original, ese al que ya hacía mas de 100 años nadie veía, seguía habitando la casa y se encargaba personalmente de su cuidado, no vivo, no muerto sino cargando una maldición y condenado a permanecer por la eternidad en esa lujosa prisión era el motivo por el cual nadie se atrevía a robar fruta y mucho menos a pasar por ahí de noche, la casa pues era un misterio en el barrio que se había convertido en tradición, cada persona tenía su historia y su creencia alrededor de lo que rondaba ese lugar por las noches y al final todos decidían aceptarla y seguir con sus vidas normales a sabiendas de que si bien aquel era un lugar maldito como decían los viejos, nunca había hecho daño a nadie en más de 100 años, por lo que las leyendas urbanas se quedaban solo en eso.
La casa en realidad perteneció a un joven francés que se mudo hace mucho tiempo a la ciudad, 100 años no era ni por cerca la edad que tenía aquella construcción, en aquellos tiempos el barrio era una zona de plantación de algodón y el mencionado joven era el dueño de aquel lugar, su historia sin duda fue trágica ya que después de conocer a una trabajadora de sus campos de la cual se enamoro, la convirtió en su esposa todo parecía ser perfecto y la pareja paseaba todas las tardes por la propiedad saludando a los trabajadores, eran muy felices y lo fueron aún más al conocer la noticia de que estaban esperando a su primer hijo, ese fue el principio del fin, después de 3 meses el embarazo se complico, el sufrimiento de la mujer era enorme sin embargo ella estaba empeñada, como toda madre, a que su bebe naciera sano, llego el día del parto y todo se vino abajo, ni la mamá ni el bebe lograron sobrevivir a ese día.
Todo cambió a partir de entonces, el joven dejo de salir a saludar a sus trabajadores, los pocos que lo llegaron a ver después de ese día decían que aquel feliz joven que recordaban cabalgando por los campos había envejecido 50 años en una semana. Una terrible enfermedad comenzó a azotar a los empleados de los campos, muchos murieron, las historias decían que el dueño había vendido su alma al diablo y que a cambio de la vida de su esposa y de su bebe había ofrecido la de sus trabajadores, los que aún quedaban con vida huyeron jurando que no volverían nunca y por mucho tiempo la casa se quedo sola en medio de la nada, ya estaba ahí cuando se comenzaron a construir las primeras casas del barrio y las historias alrededor del lugar pasaron hasta los tiempos de Claudia por la tradición oral, nadie podía asegurar a ciencia cierta que era lo que había sucedido al propietario de la casa y quizá nunca nadie lo podría hacer.
Pero los niños tienen una manera muy distinta de ver el mundo y todas las historias que giraban alrededor de aquella vieja casa no eran más que una atenta invitación para explorarla, cuando somos niños todos los miedos se extinguen al escuchar esa frase retadora de los amigos que dice “¿te da miedo?” fue gracias a estas palabras que Claudia y sus amigos decidieron esa noche escapar de sus casas con una lámpara en mano e ir a investigar aquella misteriosa propiedad.
Llegaron a la reja de la entrada y la adrenalina invadía sus cuerpos, no se veía ninguna luz al interior de la casa por lo que sigilosamente se acercaron hasta una de las ventanas del jardín y con una sonrisa en la cara comprobaron que el pasador no estaba puesto, la abrieron fácilmente y uno a uno se internaron en la oscuridad de la propiedad.
El interior no tenía nada de extraordinario a los ojos de los niños, no les sorprendió que la casa no tuviera ni un rastro de polvo, que todas las paredes estuvieran en perfectas condiciones ni que ninguna de las entradas en la casa tuviera puertas, no tardaron mucho en sentirse cómodos en aquel lugar y sentarse en medio de la enorme sala al pie de las escaleras a observar la cúpula que estaba exactamente sobre ellos y que permitía que la luz de la luna iluminara el interior de la casa como si se tratara de un faro en sus últimos momentos de vida.
La exploración de la planta alta y la planta baja no requirió del uso de la lámpara y mucho menos de su valor, tampoco fue requerido mucho tiempo para llevarla a cabo, pero tardaron mucho en darse cuenta que desde que entraron cada movimiento y acción les acercaba más a esa entrada oscura que llevaba hacia el sótano de la casa.
Se encontraban todos parados al borde del primer escalón, esperando a que alguien diera el primer paso, la oscuridad ahí abajo era total, parecía tragarse todo lo que se internaba en ella y las imágenes de ese monstruo de colmillos afilados esperando a que entremos a su guarida que todos llevamos en algún momento en nuestra cabeza no se hicieron esperar, si ese monstruo se encontraba en alguna parte del mundo sin duda ese sótano era el lugar.
Claudia tomo la lámpara e ilumino las escaleras, comenzó a decender y los demás no tuvieron mas remedio que seguirla (no se podían permitir ser llamados cobardes por una niña) bajaron cada escalón esperando ser mordidos o jalados hacía la oscuridad por algún extraño ser, pero eso no sucedió, llegaron al final de la escalera y con la ayuda de la lámpara Claudia pudo ver que a diferencia de toda la casa en ese lugar si había muebles, parecían más bien los muebles que adornaría un salón de clases, el pizarrón estaba lleno de distintos símbolos extraños que nunca habían visto en su vida y la única frase que podían leer de todo lo que se encontraba ahí era “entiende el comportamiento humano y la entenderás”
Sobre el que sería el escritorio del profesor se encontraba una bola de cristal transparente, el rayo de luz enviado por la lámpara se distorsionaba al pasar a través de ella y Claudia pudo ver un raro destello proveniente de esa bola, algo que la hechizó, la tomo en sus manos y supo que sería el premio a su valor por haber bajado ahí, además de ser un adorno perfecto para el librero que le acababan de comprar sus padres, salieron de ahí y por alguna extraña razón no volvieron nunca, de hecho después de esa noche los inseparables amigos se distanciaron para siempre.
Claudia pasaba horas mirando la bola de cristal, le gustaba la forma en que todo se distorsionaba a través de ella, cierto día en la escuela, Claudia fue víctima de una broma cruel, gastada por una chica a la que le encantaba molestar a los demás, triste llego a su casa como de costumbre tomo en sus manos la bola de cristal y se preguntó a si misma el porque del comportamiento de esta niña hacia los demás, fue entonces cuando con asombro pudo ver claramente como en la bola de cristal se formaba la imagen de la problemática niña siendo atacada violentamente por un perro de pelea, la imagen fue tan real que Claudia aventó la bola de cristal, la cual cayó al suelo pero en vez de hacerse añicos como se supone que tendría que haber sucedido, no paso nada, no siquiera emitió sonido alguno, cosa que provoco que Claudia la guardara en su closet y decidiera no sacarla nunca de ahí.
Al día siguiente en la escuela, durante la hora del recreo muchos niños estaban asustados porque se había visto a un perro de pelea rondar el colegio, la niña abusadora como de costumbre vio la oportunidad de molestar a sus compañeros y al ver al perro decidió ir por el y meterlo a un salón de clases, el resultado fue lo que Claudia vio en su bola de cristal el día anterior, de inmediato su mente viajo a aquella noche en que en que se encontraba en el sótano de aquella casa y las palabras escritas en el pizarrón retumbaron en su cabeza “entiende el comportamiento humano y la entenderás”
A partir de ese día Claudia se obsesionó con el estudio del comportamiento humano, mientras más lo entendía, más podía ver en su bola de cristal, las tardes se le pasaban como segundos ya fuera leyendo algún libro o mirando a través de su mágico artefacto, poco a poco se fue aislando de todas las personas que conocía. Como era de esperarse decidió estudiar Psicología ciencia que sin duda la ayudaría a incrementar sus habilidades, muchos libros pasaron ante sus ojos y su cerebro absorbía el conocimiento como si fuera una esponja, al no tener muchos amigos debido a su distanciamiento de la sociedad, se le dificultaba poner en práctica sus habilidades de vidente con otras personas que no fueran las mismas de siempre, ese problema termino junto con su tiempo en la Universidad, en cuanto terminó sus estudios se instalo en un pequeño consultorio cerca del barrio en donde comenzó a atender de manera gratuita a las personas que necesitaran asesoría psicológica, tenía su floreciente campo de conejillos de India y su obsesión crecía cada día, llego el momento en que disfrutaba de jugar con el destino no los demás, después de escuchar sus casos y analizarlos corría a ver su futuro en la bola de cristal, dependiendo del futuro que tuviera la persona en cuestión, aventaba una moneda al aire para decidir si la orientación que le daría sería para caer en la desgracia o para evitarla, era dueña del futuro de todo aquel que acudiera con ella sin embargo no podía predecir que es lo que le pasaría a ella el día siguiente.
La incapacidad de predecir su propio futuro la llevo a obsesionarse aún más en el estudio del comportamiento humano y en el funcionamiento de la bola de cristal, cada vez que había intentado utilizarla para descifrar la decisión que debía tomar había terminado por equivocarse, no tardo mucho en dejar de recibir personas y concentrarse en su ser, corto todo contacto con el mundo exterior, en su casa colocó un cuarto de estudios en el cual tenía un pizarrón para anotar todas sus conclusiones, en la parte de arriba a manera de título puso las palabras que alguna vez vio en aquel sótano oscuro de la casa abandonada “entiende el comportamiento humano y la entenderás” para después llenar el pizarrón con teoremas y mapas mentales que solo ella podría entender, quizá si aquella noche cuando era niña, antes de ver ese destello de la bola de cristal y tomarla en sus manos hubiera explorado un poco más aquel sótano abandonado, se habría percatado del esqueleto que yacía aún con sus ropas puestas tirado en el suelo de aquel lugar, muerto por falta de agua, comida y contacto humano, muerto en el intento de entender el misterio de aquél artefacto que encontró el mismo día en que su esposa y su hijo murieron.
Se llama Claudia y tiene una bola de cristal, tiene también 2 años sin que nadie sepa de ella y una casa no tan vieja que no tardará en llenarse de leyendas. Nos vemos en la calle.


Agente 07
De complacencias 

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