lunes, 10 de septiembre de 2012

viaje


El rompecabezas


El escenario es un viejo camión urbano que ya ha visto pasar sus mejores épocas hace mucho tiempo, sus láminas desgastadas hacen un ruido infernal cada vez que uno de los miles de baches de las deficientes calles de Urbania se cruza en el camino de las llantas del antiguo transporte, en su interior la temperatura ambiente sube dos o tres grados más que en las ya de por si calientes calles de la ciudad, por suerte no es una hora pico en la que las personas se amontonan en su interior peor que sardinas en una lata y digo peor porque las sardinas no tienen ya la capacidad de percibir olores ni sentir tactos de objetos extraños en las partes más privadas de su cuerpo, contactos claro esta magistralmente excusados por el movimiento natural de los cuerpos ante las fuerzas a las que son sometidos por el movimiento.
Al contrario de este escenario nuestro camión va un tanto vacío, hay por lo menos 4 lugares desocupados lo que en una ciudad como esta se puede considerar un verdadero lujo, por supuesto los lugares que han sido designados magistralmente por las autoridades como preferenciales para ser cedidos a personas embarazadas, de la tercera edad o con alguna discapacidad como de costumbre son ocupados por un par de jóvenes que al parecer no tienen ni siquiera el nivel de estudios para leer el letrero que marca estos lugares ni la delicadeza de notar que están pintados de un color diferente a todos los demás, supongo que pensaran que es para darle un toque decorativo al sucio interior del vehículo, como sea es una imagen muy común en estos días.
La mayoría de los usuarios van “cómodamente” sentados en sus asientos de plástico que propician la propagación del calor a lo largo de la espalda y provocan que en cuestión de minutos esta se convierta en una cascada de sudor que se puede ver reflejada claramente en la ropa de todos los que se levantan para solicitar la parada. Los que viajan con algún conocido hacen ameno el traslado con alguna platica sin importancia sobre lo que les ha tocado vivir en las escasas horas que ya se ha comido el día, hay otros que viajan solos pero van envueltos en una esfera sonora distinta al frenético sonar de las láminas del camión gracias a sus audífonos que cubren sus oídos y los transportan al viaje musical que deleita los sentidos de quién escucha a su artista favorito, otros mas están sumergidos en la lectura ya sea del periódico del día o de algún libro, la verdad no entiendo como pueden leer con todo el movimiento que se da dentro del oxidado vehículo pero supongo que son costumbres de esas que solo se perfeccionan con la práctica del día a día, están también los que juegan con su teléfono celular visión ya cotidiana de nuestros días que hace 30 años sería algo totalmente fuera de contexto y hay también, por supuesto los tipos que solo viajan sin realizar ninguna otra acción mas que mover su esqueleto al ritmo de los baches de la ciudad y realizan el típico saludo japonés de inclinar la cabeza hacia delante cuando el conductor de autobús aplica los frenos que siempre emiten un chillido, quizá reclamando ya un merecido descanso en algún taller de la compañía.
El tramo que recorre el camión todos los días unas 25 veces aproximadamente va desde el centro de la ciudad hasta una de sus orillas delimitada por un periférico que se ha visto engullido por colonias nuevas que lo hacen parecer como una avenida más, la gente sube y baja como robots programados, el chofer y su cansado corcel son una parte cotidiana de miles de vidas que solo suben y bajan sin cumplir ninguna otra función, subes esperas a que tu destino se acerque, te levantas, dependiendo de la cantidad de personas aglutinadas en el vehículo te puedes ver envuelto en una lucha por llegar a la puerta de salida, que regularmente es obstruida por la persona más obesa de todas las que viajan ahí ¿Por qué? No se pero parece que las personas obesas tienen una fijación por pararse justo a la puerta de bajada de todas las unidades de transporte.
Viajaba pues esta vieja unidad cubriendo su ruta normal, los pasajeros se ocupaban de sus asuntos y el calor hacía lo suyo también, fue entonces cuando en una de las muchas paradas que realiza este camión, se subió un sujeto extraño, un personaje fuera de contexto en casi todas las ciudades similares a Urbania, era un tipo de estatura baja, barriga abultada, ropa humilde, colgaba de uno de sus hombros un morral de lana que asemejaba a los usados por las etnias indígenas de muchos lugares del mundo, calzaba sandalias que permitían ver sus píes, sucios por el transitar las calles pero extrañamente bien cuidados, su cabello lucia desaliñado y mojado por el sudor, portaba una barba desordenada que no acababa de cerrar el candado pero que si hacía un respetable esfuerzo por hacerlo, sus mejillas rojas y grandes reflejaban el pensamiento de todos los pasajeros “el calor esta de la chingada” pero lo raro en este sujeto, lo que no encajaba en la ciudad y lo ponía fuera de contexto era su sonrisa, sonreía como alguien a quién le acabaran de dar la mejor noticia de su vida, quien sabe, a la mejor eso fue lo que había pasado ¿sería padre próximamente? ¿Se gano la lotería? ¿le heredaron una fortuna? ¿Lo aceptaron en ese trabajo soñado? ¿Se alivio de alguna enfermedad mortal? No lo se, cualquier respuesta a estas preguntas podría haber justificado aquella sonrisa y sin embargo al parecer ninguna de ellas era acertada.
El sujeto subió al camión, saludo amablemente al chofer y rápidamente se ubico al centro del pasillo y comenzó a hablar en una voz fuerte para que todos lo escucharan, pero no eran gritos los que salían de su boca sino una voz entonada, de inmediato todos prestaron atención a lo que iba a decir pero cuando comenzó con la frase “buenas tardes damas, buenas tardes caballeros” la atención de todos se desvió hacia otro lado, los que se habían quitado los audífonos para escucharlo se los volvieron a poner, lo que levantaron la mirada de su lectura para observarlo volvieron a ella y en el pensamiento de todos cruzo la misma idea “es un tipo que se subió para pedir dinero, seguramente va a cantar, va a vender algún dulce o nos va a contar una tragedia sobre su familia y a pedir la compasión de todos” nadie atinó lo que sucedería a continuación.
Sin molestarse por la actitud de todos los pasajeros y claro sin borrar su inusual sonrisa, continuo con su misión, resulta ser que este tipo no tenía ningún producto que vender, tampoco tenía una tragedia para compartir con el público y pedir su caridad, lo único que tenía y así lo hizo saber a todos era un cuento, un cuento que solía contarle su papá “en estos días ya nadie cuenta cuentos, y yo no quiero que se pierda esta tradición, ¿quién va a contar las historias en el futuro si no le enseñamos a contar cuentos a nuestros hijos?” la atención de todos comenzó a centrarse en el sujeto sonriente de nuevo y es que aún no comenzaba con su historia y ya había arrojado algunas frases para reflexionar durante todo el día, bajaron los audífonos y subieron las miradas una vez más, el maestro de ceremonias al ver que de nuevo contaba con la atención de los presentes comenzó a contarnos su historia que decía mas o menos así:
“había una vez un padre de familia, de esos que son mas comunes cada día en la ciudad, que trabajaba durante todo el día para que a su mujer y a su hijo no les hiciera falta nada, pero llegaba a su casa tan cansado de sus labores que lo único que quería hacer era sentarse a ver la televisión y descansar. Su hijo todos los días se acercaba a él y le exigía que jugaran, que platicaran que convivieran, el niño siempre recibía una negativa y era apartado a un lado para que dejara descansar a su papá. Un día enfadado del acoso constante de su hijo el flamante padre de familia ideo una estrategia para que el infante lo dejara en paz de una vez por todas, su hijo tenía 5 años y sus conocimientos eran escasos en todo sentido, así que tomo una hoja del periódico en la que aparecía una imagen del planeta tierra visto desde el espacio, la recorto en muchos pedazos y se dirigió con su hijo, puso las piezas del rompecabezas sobre el suelo y le dijo, “mira hijo, vamos a hacer esto, si tu armas correctamente este rompecabezas en 3 intentos yo jugare todos los días contigo, pero si no lo puedes hacer, no me molestaras más y me dejarás descansar ¿estas de acuerdo?” el niño que vio este gesto como un gran avance emocionado acepto la oferta y de inmediato se puso a trabajar en descifrar el acertijo.
El papá, convencido de que este sería el fin de su acoso, volvió a su cómodo sillón ubicado frente al televisor y se sentó a descansar, no se imaginan que cara puso nuestro protagonista cuando después de 15 minutos apareció su hijo portando orgullosamente el rompecabezas perfectamente armado y diciendo “¿ahora si podemos jugar papá?” desconcertado revisó el rompecabezas efectivamente estaba correcto cada pieza en su lugar, ante esto no pudo hacer otra cosa mas que preguntarle a su hijo “¿Cómo lo hiciste?” la respuesta fue la siguiente “yo no conocía el mundo papá, no sabía como debían ir las piezas, pero al reverso de la imagen del mundo esta la fotografía de un hombre, arregle la imagen de ese hombre y automáticamente el mundo se arreglo”
Durante toda su interpretación el sujeto nunca quito la sonrisa de su rostro, realizó ademanes teatrales y se movió a lo largo del camión dirigiéndose a distintas personas que lo escuchaban de manera atenta, finalizó con esa frase y a continuación dijo “mi objetivo no es pedirles dinero sino robarles una sonrisa, si además de eso me quieren apoyar con alguna moneda será bien recibida” acto seguido paso con cada uno de los que viajábamos en ese camión y mientras nos saludaba de mano, nos decía frases como “se feliz”, “sonríe”, “ama a tus seres queridos”, “que siempre estén juntos” “que tengas bonito día” después de que saludo a todos, se despidió una vez mas y bajo del camión para desde abajo hacer un gesto de despedida y perderse entre la multitud de las calles de Urbania como si fuera un fantasma.
La cara de todos era de confusión pero había algo mas en los rostros de los que viajábamos en ese camión ese día, todos portábamos una sonrisa similar a la del sujeto que acababa de bajar.
Es raro en nuestras ciudades encontrarnos tipos que aprecien los detalles simples de la vida, es más raro aún que alguien nos pueda hacer abrir los ojos y darnos cuenta de que tenemos muchas razones para sonreír cada día, al final el sujeto consiguió su cometido por lo menos en ese pequeño espacio de lugar y tiempo, transmitió su mensaje y continuo su camino, lo imagino como ese niño armando un rompecabezas, sin conocer el mundo pero muy conciente de que no es necesario arreglar al planeta sino arreglar a su principal habitante para que todo este rompecabezas en el que vivimos se resuelva, contando una pequeña historia de camión en camión esperando que algún día se transmita como virus entre todos los usuarios del sistema. Nos vemos en la calle.



Agente 07
Propagando la enfermedad



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