El rompecabezas
El escenario es un viejo camión
urbano que ya ha visto pasar sus mejores épocas hace mucho tiempo, sus láminas
desgastadas hacen un ruido infernal cada vez que uno de los miles de baches de
las deficientes calles de Urbania se cruza en el camino de las llantas del
antiguo transporte, en su interior la temperatura ambiente sube dos o tres grados
más que en las ya de por si calientes calles de la ciudad, por suerte no es una
hora pico en la que las personas se amontonan en su interior peor que sardinas
en una lata y digo peor porque las sardinas no tienen ya la capacidad de
percibir olores ni sentir tactos de objetos extraños en las partes más privadas
de su cuerpo, contactos claro esta magistralmente excusados por el movimiento
natural de los cuerpos ante las fuerzas a las que son sometidos por el
movimiento.
Al contrario de este escenario
nuestro camión va un tanto vacío, hay por lo menos 4 lugares desocupados lo que
en una ciudad como esta se puede considerar un verdadero lujo, por supuesto los
lugares que han sido designados magistralmente por las autoridades como
preferenciales para ser cedidos a personas embarazadas, de la tercera edad o
con alguna discapacidad como de costumbre son ocupados por un par de jóvenes
que al parecer no tienen ni siquiera el nivel de estudios para leer el letrero
que marca estos lugares ni la delicadeza de notar que están pintados de un
color diferente a todos los demás, supongo que pensaran que es para darle un
toque decorativo al sucio interior del vehículo, como sea es una imagen muy común
en estos días.
La mayoría de los usuarios van
“cómodamente” sentados en sus asientos de plástico que propician la propagación
del calor a lo largo de la espalda y provocan que en cuestión de minutos esta
se convierta en una cascada de sudor que se puede ver reflejada claramente en
la ropa de todos los que se levantan para solicitar la parada. Los que viajan
con algún conocido hacen ameno el traslado con alguna platica sin importancia
sobre lo que les ha tocado vivir en las escasas horas que ya se ha comido el
día, hay otros que viajan solos pero van envueltos en una esfera sonora
distinta al frenético sonar de las láminas del camión gracias a sus audífonos
que cubren sus oídos y los transportan al viaje musical que deleita los
sentidos de quién escucha a su artista favorito, otros mas están sumergidos en
la lectura ya sea del periódico del día o de algún libro, la verdad no entiendo
como pueden leer con todo el movimiento que se da dentro del oxidado vehículo
pero supongo que son costumbres de esas que solo se perfeccionan con la
práctica del día a día, están también los que juegan con su teléfono celular
visión ya cotidiana de nuestros días que hace 30 años sería algo totalmente
fuera de contexto y hay también, por supuesto los tipos que solo viajan sin
realizar ninguna otra acción mas que mover su esqueleto al ritmo de los baches
de la ciudad y realizan el típico saludo japonés de inclinar la cabeza hacia
delante cuando el conductor de autobús aplica los frenos que siempre emiten un
chillido, quizá reclamando ya un merecido descanso en algún taller de la
compañía.
El tramo que recorre el camión
todos los días unas 25 veces aproximadamente va desde el centro de la ciudad
hasta una de sus orillas delimitada por un periférico que se ha visto engullido
por colonias nuevas que lo hacen parecer como una avenida más, la gente sube y
baja como robots programados, el chofer y su cansado corcel son una parte
cotidiana de miles de vidas que solo suben y bajan sin cumplir ninguna otra
función, subes esperas a que tu destino se acerque, te levantas, dependiendo de
la cantidad de personas aglutinadas en el vehículo te puedes ver envuelto en
una lucha por llegar a la puerta de salida, que regularmente es obstruida por
la persona más obesa de todas las que viajan ahí ¿Por qué? No se pero parece
que las personas obesas tienen una fijación por pararse justo a la puerta de
bajada de todas las unidades de transporte.
Viajaba pues esta vieja unidad
cubriendo su ruta normal, los pasajeros se ocupaban de sus asuntos y el calor
hacía lo suyo también, fue entonces cuando en una de las muchas paradas que
realiza este camión, se subió un sujeto extraño, un personaje fuera de contexto
en casi todas las ciudades similares a Urbania, era un tipo de estatura baja,
barriga abultada, ropa humilde, colgaba de uno de sus hombros un morral de lana
que asemejaba a los usados por las etnias indígenas de muchos lugares del
mundo, calzaba sandalias que permitían ver sus píes, sucios por el transitar
las calles pero extrañamente bien cuidados, su cabello lucia desaliñado y
mojado por el sudor, portaba una barba desordenada que no acababa de cerrar el
candado pero que si hacía un respetable esfuerzo por hacerlo, sus mejillas
rojas y grandes reflejaban el pensamiento de todos los pasajeros “el calor esta
de la chingada” pero lo raro en este sujeto, lo que no encajaba en la ciudad y
lo ponía fuera de contexto era su sonrisa, sonreía como alguien a quién le
acabaran de dar la mejor noticia de su vida, quien sabe, a la mejor eso fue lo
que había pasado ¿sería padre próximamente? ¿Se gano la lotería? ¿le heredaron
una fortuna? ¿Lo aceptaron en ese trabajo soñado? ¿Se alivio de alguna
enfermedad mortal? No lo se, cualquier respuesta a estas preguntas podría haber
justificado aquella sonrisa y sin embargo al parecer ninguna de ellas era
acertada.
El sujeto subió al camión, saludo
amablemente al chofer y rápidamente se ubico al centro del pasillo y comenzó a
hablar en una voz fuerte para que todos lo escucharan, pero no eran gritos los
que salían de su boca sino una voz entonada, de inmediato todos prestaron
atención a lo que iba a decir pero cuando comenzó con la frase “buenas tardes
damas, buenas tardes caballeros” la atención de todos se desvió hacia otro
lado, los que se habían quitado los audífonos para escucharlo se los volvieron
a poner, lo que levantaron la mirada de su lectura para observarlo volvieron a
ella y en el pensamiento de todos cruzo la misma idea “es un tipo que se subió
para pedir dinero, seguramente va a cantar, va a vender algún dulce o nos va a
contar una tragedia sobre su familia y a pedir la compasión de todos” nadie
atinó lo que sucedería a continuación.
Sin molestarse por la actitud de
todos los pasajeros y claro sin borrar su inusual sonrisa, continuo con su misión,
resulta ser que este tipo no tenía ningún producto que vender, tampoco tenía
una tragedia para compartir con el público y pedir su caridad, lo único que tenía
y así lo hizo saber a todos era un cuento, un cuento que solía contarle su papá
“en estos días ya nadie cuenta cuentos, y yo no quiero que se pierda esta
tradición, ¿quién va a contar las historias en el futuro si no le enseñamos a
contar cuentos a nuestros hijos?” la atención de todos comenzó a centrarse en
el sujeto sonriente de nuevo y es que aún no comenzaba con su historia y ya había
arrojado algunas frases para reflexionar durante todo el día, bajaron los audífonos
y subieron las miradas una vez más, el maestro de ceremonias al ver que de
nuevo contaba con la atención de los presentes comenzó a contarnos su historia
que decía mas o menos así:
“había una vez un padre de
familia, de esos que son mas comunes cada día en la ciudad, que trabajaba durante
todo el día para que a su mujer y a su hijo no les hiciera falta nada, pero
llegaba a su casa tan cansado de sus labores que lo único que quería hacer era
sentarse a ver la televisión y descansar. Su hijo todos los días se acercaba a él
y le exigía que jugaran, que platicaran que convivieran, el niño siempre recibía
una negativa y era apartado a un lado para que dejara descansar a su papá. Un día
enfadado del acoso constante de su hijo el flamante padre de familia ideo una estrategia
para que el infante lo dejara en paz de una vez por todas, su hijo tenía 5 años
y sus conocimientos eran escasos en todo sentido, así que tomo una hoja del
periódico en la que aparecía una imagen del planeta tierra visto desde el
espacio, la recorto en muchos pedazos y se dirigió con su hijo, puso las piezas
del rompecabezas sobre el suelo y le dijo, “mira hijo, vamos a hacer esto, si
tu armas correctamente este rompecabezas en 3 intentos yo jugare todos los días
contigo, pero si no lo puedes hacer, no me molestaras más y me dejarás
descansar ¿estas de acuerdo?” el niño que vio este gesto como un gran avance
emocionado acepto la oferta y de inmediato se puso a trabajar en descifrar el
acertijo.
El papá, convencido de que este
sería el fin de su acoso, volvió a su cómodo sillón ubicado frente al televisor
y se sentó a descansar, no se imaginan que cara puso nuestro protagonista
cuando después de 15 minutos apareció su hijo portando orgullosamente el
rompecabezas perfectamente armado y diciendo “¿ahora si podemos jugar papá?”
desconcertado revisó el rompecabezas efectivamente estaba correcto cada pieza
en su lugar, ante esto no pudo hacer otra cosa mas que preguntarle a su hijo “¿Cómo
lo hiciste?” la respuesta fue la siguiente “yo no conocía el mundo papá, no sabía
como debían ir las piezas, pero al reverso de la imagen del mundo esta la
fotografía de un hombre, arregle la imagen de ese hombre y automáticamente el
mundo se arreglo”
Durante toda su interpretación el
sujeto nunca quito la sonrisa de su rostro, realizó ademanes teatrales y se movió
a lo largo del camión dirigiéndose a distintas personas que lo escuchaban de
manera atenta, finalizó con esa frase y a continuación dijo “mi objetivo no es
pedirles dinero sino robarles una sonrisa, si además de eso me quieren apoyar
con alguna moneda será bien recibida” acto seguido paso con cada uno de los que
viajábamos en ese camión y mientras nos saludaba de mano, nos decía frases como
“se feliz”, “sonríe”, “ama a tus seres queridos”, “que siempre estén juntos” “que
tengas bonito día” después de que saludo a todos, se despidió una vez mas y
bajo del camión para desde abajo hacer un gesto de despedida y perderse entre
la multitud de las calles de Urbania como si fuera un fantasma.
La cara de todos era de confusión
pero había algo mas en los rostros de los que viajábamos en ese camión ese día,
todos portábamos una sonrisa similar a la del sujeto que acababa de bajar.
Es raro en nuestras ciudades
encontrarnos tipos que aprecien los detalles simples de la vida, es más raro aún
que alguien nos pueda hacer abrir los ojos y darnos cuenta de que tenemos
muchas razones para sonreír cada día, al final el sujeto consiguió su cometido
por lo menos en ese pequeño espacio de lugar y tiempo, transmitió su mensaje y
continuo su camino, lo imagino como ese niño armando un rompecabezas, sin
conocer el mundo pero muy conciente de que no es necesario arreglar al planeta
sino arreglar a su principal habitante para que todo este rompecabezas en el
que vivimos se resuelva, contando una pequeña historia de camión en camión
esperando que algún día se transmita como virus entre todos los usuarios del
sistema. Nos vemos en la calle.
Agente 07
Propagando la
enfermedad
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